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ACTIVIDAD FINAL GLOBAL

 



En esta página se dará la introducción a mi proyecto final de la materia de Ortografía

Texto introductorio:

En múltiples ocasiones se puede sacar beneficios si de Ortografía se trata. En lo que avanzamos como humanidad, nos encontramos entre la necesidad de seguir evolucionando cada aspecto que nos representa; socialmente, culturalmente, académicamente, tecnológicamente. Y al pesar de estos últimos años la comunicación también ha ido avanzando, sea por las creaciones de los emojis, los GIF`s, imágenes y demás.

Sin embargo, también gracias a estos, mucha población ya no ve necesario estudiar correctamente la ortografía, ahora es más sencillo hablar por caritas o videos. Cursar esta materia me hizo entender que la ortografía no es solo esa bronca que te pegan los docentes, una calificación se puede ver afectada por la desastrosa calidad de un trabajo con sus faltas de ortografía; realmente no me lo había puesto a pensar de tal manera, va más allá.



1. Un texto integro de algún capitulo o extracto de algún libro a libre elección por parte de alumno y con extensión mínima de 3 paginas, máximo 6 , en donde se identifiquen 20 ejemplos a lo siguiente:



Un cadáver entre plato y plato

Extracción de 4 páginas 


Desde la pequeña terraza de Les Deux Églises, Xavier Kieffer disfrutaba de una vista privilegiada de la calle que bajaba serpenteando desde el barrio europeo, situado en el Kirchberg Plateau y que debía su nombre a que en él se concentraban, además de las entidades financieras, las sedes de varias instituciones de la Unión Europea, hasta el barrio de Clausen, en la parte baja de Luxemburgo. Era última hora de la tarde y apenas transitaban coches. Kieffer suspiró y, pertrechado con una bayeta húmeda, se dirigió hacia las mesas de madera de la zona al aire libre del restaurante.

Era el cocinero y propietario del Deux Églises, popular punto de encuentro entre los funcionarios de la Unión Europea. En la parte elevada al este de la ciudad, había muchos edificios administrativos pero solo unos pocos restaurantes, excesivamente caros y de dudosa reputación, y una cafetería que cerraba a las cinco y media. Por eso el local de Kieffer, en la colina de Kirchberg, atraía a muchos funcionarios que, de camino a casa, paraban a comer algo o a beber una copa de Rivaner.

Eso no dejaba de ser sorprendente, pues Kieffer se negaba en redondo a hacer la más mínima concesión culinaria ante los clientes alemanes, británicos o españoles que buscaban en vano tapas o escalope en la carta del Deux Églises. Kieffer era un gastrónomo de fuertes convicciones y, en lugar de ceder, prefería servirles platos clásicos de la región luxemburguesa, como el Judd mat Gardebounen [1] (guiso de cuello de cerdo con habas, el plato nacional del Gran Ducado), la friture de la Moselle [2] (pescadito frito procedente del río Mosela) y su preferido: Gromperekichelcher [3] , las oleosas y deliciosas tortitas de patata rallada.

Limpió todas las mesas de la terraza, aunque no tenía demasiadas esperanzas de que acudiera mucha gente a cenar. Tal vez más tarde aparecieran un par de lugareños para degustar especialidades autóctonas como los Kuddelfleck [4] , callos a la luxemburguesa, y la Träipen [5] o morcilla, que no constaban en la carta pero que Kieffer preparaba si se lo pedían. Por lo demás, los clientes escasearían esa noche. Ni siquiera Pekka Vatanen, asiduo y buen amigo suyo, se dejaría ver por allí. Al igual que todos los altos funcionarios luxemburgueses de la Unión Europea, se encontraba en Bruselas, puesto que esa semana había sesión en el Parlamento Europeo.

Como siempre que había semana de reuniones, en Kirchberg reinaba un silencio sepulcral. Allí tenían las oficinas, entre otros, los funcionarios que se encargaban de proveer de cifras y datos a los diputados europeos. La mayoría de los trabajadores habían acompañado a los diputados a Bruselas, donde se reunían las comisiones del Parlamento. Los pocos que se habían quedado aprovechaban la ausencia de sus superiores para abandonar los despachos a mediodía y regresar discretamente a casa más pronto que de costumbre

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El circo ambulante de la Unión Europea no regresaría a Luxemburgo hasta la semana siguiente. Y entonces el Deux Églises volvería a llenarse de alemanes, lituanos e italianos solventes. Mientras tanto Kieffer no podía hacer gran cosa aparte de limpiar, poner al día la contabilidad y revisar las existencias de alimentos, condimentos y vino. Sobre todo eso último constituía una perspectiva agradable para lo que quedaba de jornada en una tarde soleada de septiembre como aquella.

había esperado que la jefa de la Gabin accedería a hablar con él personalmente. Kieffer sabía muy poco acerca de la mujer con la que se había citado. Valérie Gabin era la nieta de Auguste Gabin, el legendario fundador de la guía gastronómica. La noche anterior, Vatanen le había prometido que buscaría el nombre en una base de datos de la prensa, pero lo había dicho cuando la botella de aguardiente estaba a punto de terminarse. Y desde entonces, no había vuelto a hablar con el finlandés.

A Kieffer le había sorprendido tanto la elección del restaurante por parte de Valérie Gabin como el hecho de que hubiera accedido a verlo personalmente. Había supuesto que la jefa de la guía gastronómica más importante del mundo lo citaría en su espléndido despacho o en un conocido restaurante de postín, como Le Cinq o el Lapérouse, donde sin duda habrían puesto de inmediato a su disposición un reservado sin necesidad de llamar con antelación para pedirlo. En lugar de eso había elegido un establecimiento que, pese a ser muy conocido, no se distinguía por hacer cocina de vanguardia.

En la Gare du Nord, Kieffer cogió el metro; poco después se registró en un hotel que frecuentaba desde hacía años, cerca de la Ópera. Los hoteles de París o bien estaban destartalados, o eran excesivamente caros o estaban repletos de turistas. O las tres cosas a la vez. El Hôtel d’Antin, cerca de la sinagoga, era una loable excepción a esa norma: barato, limpio y a una distancia razonable a pie de los ocho arrondissements en los que había la mayor concentración de buenos restaurantes de Europa.

Mientras deshacía la maleta y se duchaba, Kieffer pensó si valía la pena intentar reservar mesa para comer al día siguiente en uno de los restaurantes con estrellas de la zona. En el aeropuerto se había comprado la última edición francesa de la guía, por lo que había pasado un rato hojeando el volumen azul. Tal vez en L’Astrance. O en el Ledoyen, que había recibido una segunda estrella recientemente. Al fin y al cabo le convenía estar al corriente de lo que hacían. Consultó su reloj y dejó la guía gastronómica. La alta cocina tendría que esperar. Ya eran casi las ocho, tenía que ponerse en marcha.

El Au Pied de Cochon era un establecimiento del primer distrito (no estaba muy lejos del Louvre) especialmente apreciado por los noctámbulos no tanto por su carta como por su horario: tenía la cocina abierta las veinticuatro horas del día,

una rareza entre los restaurantes parisinos. En la metrópolis del Sena, la mayoría de los propietarios de restaurantes tenían ideas muy rígidas respecto al horario de cocina. Se comía de una a tres y se cenaba de ocho a once. Si alguien quería sentarse a la mesa a otra hora, mala suerte. Además, los franceses lo tomarían por loco.

En el Cochon, en cambio, podías desayunar a las tres de la madrugada o tomar una sopa de cebolla gratinada con emmental a las cuatro de la tarde. El restaurante conservaba esa flexibilidad tan poco frecuente en París desde los tiempos en que había tenido enfrente al «vientre de París», que es como los franceses llamaban a Les Halles, el gigantesco mercado de abastos del centro. El mercado cerró a principios de los años setenta y en ese mismo lugar se construyó un centro comercial tan monstruoso como odioso.

azul oscuro con una franja blanca que los identificaba como policías. Se le acercaron rápidamente.

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—Buenos días, señor. Esta zona está acordonada —dijo la mujer mirando a Kieffer con desconfianza; a esas alturas ya estaba empapado—. ¿Ese coche es suyo?

—Es un coche de alquiler. Soy amigo de Paul Boudier, el propietario de este restaurante. ¿Qué ha ocurrido?

El policía, un hombre de pelo entrecano que rondaba los cuarenta, no respondió a la pregunta de Kieffer. En lugar de eso, dijo:

—Lo del coche ya lo hemos comprobado. Ahora nos gustaría ver su carnet, si es tan amable.

—Por supuesto. Pero preferiría no quedarme más rato bajo la lluvia.

El policía asintió y le hizo una señal para que lo siguiera. Poco después estaban sentados en un furgón policial. Mientras la agente examinaba el carnet de identidad y el permiso de conducir de Kieffer.

 —Soy el comisario Pierre Vascaud, de la policía judicial. El restaurante de su amigo quedó calcinado por un incendio que se declaró el martes. Sucedió bien entrada la noche, hacia las cuatro de la madrugada.

Eso era cuatro días atrás: la noche del martes, cuando Ricard había estado en el Deux Églises.

—Quedó completamente destrozado —prosiguió el comisario—. Lo único que pudieron hacer los bomberos fue evitar que las llamas se propagaran hacia el bosque.

—¿Alguien salió herido, comisario?

—Los técnicos no han encontrado ningún cadáver, pero eso no significa nada. En ocasiones las víctimas no aparecen hasta que se retiran los escombros.

—A esas horas lo más probable es que no hubiera nadie en el restaurante.

—¿Por qué no? ¿Qué le hace pensar eso?

 —Trabajé siete años allí.

—Interesante. ¿Cuándo fue eso?

 —Desde 1986 hasta 1993. Primero como aprendiz y luego como cocinero de partida.

—Eso significa que conocía bien al señor Boudier, ¿no? Tal vez podría usted darnos alguna pista acerca de su paradero.

Kieffer negó con la cabeza.

—No hay rastro de él desde la noche del incendio y, si es cierto lo que dice, prácticamente podemos excluir la posibilidad de que muriera víctima del fuego.

—Antes vivía más al sur.

—Ya hemos estado allí —lo interrumpió Vascaud—. Y no estaba. Al parecer, su amigo, el chef estrella, puso pies en polvorosa la noche del martes. Por eso le he preguntado, señor Kieffer, si tiene más información sobre el señor Boudier, ya que eran amigos. ¿Adónde podría haber huido? ¿Al extranjero? ¿O tal vez tiene una casita en el campo?







2. Una infografía donde se expliquen los ejemplos con palabras:

AGUDAS:


GRAVES:


ESDRÚJULAS:




3. Un video de duración máxima de 4 minutos en donde el alumno:
Explique la importancia de la ortografía en su vida como estudiante.
Los logros alcanzados a la realización del proyecto final. 

https://youtu.be/cPkujM_OGLQ





María Fernanda Navarro Mendoza
00717468

Referencias:

Hillenbrand, T. (2014). Un cadáver entre plato y plato: Un thriller culinario. Penguin Random House Grupo Editorial.

"Palabras graves". Autor: Natalia Ribas. De: Argentina. Para: Concepto.de. Disponible en: https://www.ejemplos.co/palabras-graves/. Última edición: 24 de junio de 2022. Consultado: 27 de septiembre de 2022

"Palabras agudas". Autor: Natalia Ribas. De: Argentina. Para: Concepto.de. Disponible en: https://www.ejemplos.co/palabras-agudas/. Última edición: 12 de julio de 2022. Consultado: 27 de septiembre de 2022

"Palabras esdrújulas". Autor: Natalia Ribas. De: Argentina. Para: Concepto.de. Disponible en: https://www.ejemplos.co/palabras-esdrujulas/. Última edición: 10 de agosto de 2022. Consultado: 27 de septiembre de 2022


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